El mundo de Claudio es silencioso. Tuvo pérdida auditiva casi siendo un bebé y desde entonces navega incansablemente en la búsqueda de sentidos y significados en este mundo de locos que se matan con y en nombre de la supremacía de unas lenguas para él extranjeras: la lengua del sonido articulado y la de la sacrosanta gramática aristotélica de nuestra correctísima escritura académica, que si lo piensan bien no permite expresarnos ni a los que malamente disponemos de cinco sentidos conscientes.
Por eso me conmuevo ante su odisea por encontrar la verdad entre tanto signo disperso: ha tenido novias de todas las religiones y ahora es un musulmán converso, o por lo menos hasta ayer que me preguntó: católicos (y me hace una cruz con sus dedos), hindúes (marcando el entrecejo con su dedo índice), musulmanes (dirigiendo sus palmas hacia el piso), budistas (cerrando los ojos y sentándose en posición de loto); ¿Todos iguales?
Claudio en estos momentos sólo tiene una certeza en su mente: No sé cuál fue la secuencia de imágenes que vio por televisión, pero en ellas leyó algo que lo ha hecho el hombre más feliz del mundo: me asegura, con una ternura calcinante, que Obama, recién electo presidente Estados Unidos, además de negro es musulmán porque su papá es musulmán, y que el mundo entero está muy feliz, sobre todo los musulmanes, que de tanta alegría han dejado las armas, iraníes y palestinos incluídos en la fiesta, porque el malo de Bush ya se fue. Que Obama y Mahmud ahora son amigos, que la gente baila y como ahora todos somos hermanos, no importa nuestra religión, por fin ha llegado la paz mundial.
Estoy procurando no llorar al teclear esta pequeña crónica de la inocencia perdida a la que retorno gracias a Claudio. No lloro por él, sino por todos los que vivimos esclavos de estos cinco sentidos que todos los días nos envuelven en las trampas de lo externo y lo aparente. ¿Es Claudio un mal lector o simplemente logra escapar de las maquinadas mentiras mediáticas para atreverse a crear su propio noticiero, aunque el choque con la realidad sea igual de abrupto y cruel que el que recibimos los demás con las versiones del mundo de AP, Reuters o EFE?
No digo CNN porque a esa quién le cree.
Claudio por lo menos tiene una gran ventaja: es consciente de que le hace falta un sentido, uno que otros manifiestan tener. Si le falta uno puede faltarle dos, o tres, ¡muchos más! No para de buscar sentidos: los busca en sus musas, en esas confusas ideas de Dios, en sus preguntas, en ese mundo feliz que se atreve ahora a confeccionar.
¿Acaso nos sentimos libres de hacer lo mismo? ¿Somos conscientes de esos otros sentidos? Y a todo esto, ¿por qué no es posible la paz mundial?
¿No seremos nosotros los verdaderos sordos?
Me rendí entonces a su verdad. Le contesté a Claudio un "Sí, tienes razón" afirmando con la cabeza.
Desde aquel día mi corazón ha aumentado su promedio de 54 a 65 latidos por minuto.
Gracias Claudio.
Por eso me conmuevo ante su odisea por encontrar la verdad entre tanto signo disperso: ha tenido novias de todas las religiones y ahora es un musulmán converso, o por lo menos hasta ayer que me preguntó: católicos (y me hace una cruz con sus dedos), hindúes (marcando el entrecejo con su dedo índice), musulmanes (dirigiendo sus palmas hacia el piso), budistas (cerrando los ojos y sentándose en posición de loto); ¿Todos iguales?
Claudio en estos momentos sólo tiene una certeza en su mente: No sé cuál fue la secuencia de imágenes que vio por televisión, pero en ellas leyó algo que lo ha hecho el hombre más feliz del mundo: me asegura, con una ternura calcinante, que Obama, recién electo presidente Estados Unidos, además de negro es musulmán porque su papá es musulmán, y que el mundo entero está muy feliz, sobre todo los musulmanes, que de tanta alegría han dejado las armas, iraníes y palestinos incluídos en la fiesta, porque el malo de Bush ya se fue. Que Obama y Mahmud ahora son amigos, que la gente baila y como ahora todos somos hermanos, no importa nuestra religión, por fin ha llegado la paz mundial.
Estoy procurando no llorar al teclear esta pequeña crónica de la inocencia perdida a la que retorno gracias a Claudio. No lloro por él, sino por todos los que vivimos esclavos de estos cinco sentidos que todos los días nos envuelven en las trampas de lo externo y lo aparente. ¿Es Claudio un mal lector o simplemente logra escapar de las maquinadas mentiras mediáticas para atreverse a crear su propio noticiero, aunque el choque con la realidad sea igual de abrupto y cruel que el que recibimos los demás con las versiones del mundo de AP, Reuters o EFE?
No digo CNN porque a esa quién le cree.
Claudio por lo menos tiene una gran ventaja: es consciente de que le hace falta un sentido, uno que otros manifiestan tener. Si le falta uno puede faltarle dos, o tres, ¡muchos más! No para de buscar sentidos: los busca en sus musas, en esas confusas ideas de Dios, en sus preguntas, en ese mundo feliz que se atreve ahora a confeccionar.
¿Acaso nos sentimos libres de hacer lo mismo? ¿Somos conscientes de esos otros sentidos? Y a todo esto, ¿por qué no es posible la paz mundial?
¿No seremos nosotros los verdaderos sordos?
Me rendí entonces a su verdad. Le contesté a Claudio un "Sí, tienes razón" afirmando con la cabeza.
Desde aquel día mi corazón ha aumentado su promedio de 54 a 65 latidos por minuto.
Gracias Claudio.
3 comentarios:
Delicioso relato que en el fondo es un grito que acalla los píxeles binarios y trinarios en esta parte de la vereda. Un grito, como los que se ahogan en la garganta de Claudio; notas de violines que quieren nacer desde su pecho y que sólo algunos alcanzan a percibirlo.
Cuando la sensibilidad es un grito, los oídos lo agradecen.
Besos, Kafda
Hola Kafda, para reflexionar. Para bajarnos, incluso de nuestro pedestal orgulloso. A mí a veces el ruido, me impide ver...
Es un mundo lo que ofreces en la red. Me gusta lo que haces.
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