sábado, 29 de noviembre de 2008

Relojes



Soñé que me encontraba en un salón de clases bastante amplio y como con sabor a viejo. Tenía las ventanas amplias. Estaban todas detrás de mí. Al frente se encontraba un largo tablero, y a mi lado izquierdo, una puerta de madera que supone la salida. Y desde afuera entraba mucha luz.
Estaba yo sentada en una banca al igual que mis compañeros de clase. De pronto aparece un profesor conocido, de aspecto lánguido y señorial. Me mira muy seriamente y dice: "Vergara, explíquele a los compañeros el problema fundamental entre el significado y el significante".
¿Qué?
Me paré. Mis compañeros me veían como si quisieran beberse lo que a continuación iba a decir. No entendía bien lo que quería el profesor y estaba consternada, pero de una vez me entusiasmé, porque me decía a mí misma que al fin me iban a dar la oportunidad de hablar sobre algo tan fundamental para la existencia humana.
Me coloqué frente a la puerta, es decir, del lado más izquierdo del salón, y justo cuando lanzo las primeras palabras aparecen alrededor de la puerta una serie de relojes de pared. Sólo recuerdo haber mencionado el famoso esquemita de Saussure cuando toda la pared frontal y lateral derecha se rellenó de relojes de pared. Eran grandes, todos de madera añeja, de cortes clásicos. Es más, frente a mí había uno de péndulo, y al fondo a la derecha, un hermoso cucú muy bien tallado en madera fina. Ahora que lo pienso, todo el salón era una galería de relojes. Hasta podía sentir el olor de sus cajas de madera.
Yo hablaba. Sólo recuerdo haber dicho que el gran conflicto del pensamiento humano es creer que el significado y el significante integran una misma cosa. "La esencia es un árbol que no podemos conocer porque sólo conocemos la palabra árbol". Mis compañeros no entienden nada. Entonces decido utilizar los relojes como ejemplo.
- Vean estos relojes. Cada vez que escuchan la palabra reloj les vendrá a la mente sólo un tipo de reloj, porque sólo recordarán uno de los tantos relojes que ven aquí. Los que tengo al frente, por ejemplo, todos tienen marco redondo. Si sólo ven relojes con marco circular durante toda su vida van a definirlo en su cabeza como algo de forma circular, no como un aparato que da la hora. La esencia del concepto se torna invisible para ustedes y se fijan en otras características de la imágen que no tienen la menor importancia y obstaculizan el encuentro con la realidad. Por eso es importante conocer todas las formas de reloj posibles... -
Y señalo los relojes que están colgados en el muro de la derecha. Ahora algunos de ellos tienen marcos cuadrados y hexagonales
- ...para que puedan centrarse en el mecanismo del reloj y no en su forma. Yo pude lograrlo porque he podido ver muchos relojes con formas diferentes. Pero lograr esto es muy difícil si uno no ve otros relojes. Tienen que ver otros relojes-
- Tienen que ver otros relojes - No sé cuántas veces lo repetí antes de despertar.

Ahora les comparto mi extraño sueño, antes de que este blog entre en conflictos de significado-significante y desaparezca. Después de todo ¿cómo estar segura de que no les estoy escribiendo esto en otro sueño? Por favor: díganme si estoy dormida, o quizás, si no estamos todos en el mismo sueño, o peor aún: si no estamos todos encerrados en las manecillas de los mismos relojes.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Agua

Llegué al salón de clases temblando por la humedad. Inevitable ante esta lluvia que inunda ya dos provincias y algo más. La profesora, que conoce mi afición de escribir 'cositas' cambia esta vez de estrategia: invita al grupo a escribir un "proema" para comprender la locura de Francis Ponge. El tema es la lluvia. No podría haber otro. El agua nos tiene. Dejé entonces fluir palabritas para ver si también llovía en mí. Y salió esto:

La pluie dilue la grisaille d'un tableau de misère envahissant la clarté de mon corps de draps déchirés par la folie d'un amour emballé comme un cadeau silencieux qui survie l'érosion fangeuse du caprice humain en se coulant vers la mer par la pluie qui choisit ses anges et les arrache de la tèrre pour ramasser des nymphes.

La lluvia diluye el gris de un cuadro de miseria que invade la claridad de mi cuerpo de trapos desgarrados por la locura de un amor envuelto como un regalo silencioso que sobrevive a la erosión fangosa del capricho humano fluyendo hacia el mar por la lluvia que escoge a sus ángeles y los arranca de la tierra para cosechar ninfas.

(Descanso eterno para l@s muert@s de las provincias de Chiriquí y de Bocas del Toro, quienes nos adelantaron en el retorno al origen)

martes, 18 de noviembre de 2008

el otro lado

hoy al volver a casa resbalé a la salida de un bus y al tratar de sostenerme me lastimé el brazo derecho. en estas cuatro horas he pagado el pasaje, abrazado a mi madre, saludado a los vecinos, espantado a los perros, trinchado unos pedazos de papaya para comer, acabo de lavarme los dientes y ahora tecleo estas palabras con mi mano izquierda, solamente.
pienso ahora también que cada día es una oportunidad accidental para descubrir y descubrirse, continuamente.
hoy algunos habrán descubierto su lado femenino, otros su lado sexy, y más de cinco habrán descubierto su lado oscuro.
yo, por el momento, descubrí mi lado zurdo. y se siente tan rico...


let it be

Paradoja para antes de ir a dormir



Sólo el tiempo dirá
lo que el tiempo dirá

miércoles, 12 de noviembre de 2008

La inocencia del silencio

El mundo de Claudio es silencioso. Tuvo pérdida auditiva casi siendo un bebé y desde entonces navega incansablemente en la búsqueda de sentidos y significados en este mundo de locos que se matan con y en nombre de la supremacía de unas lenguas para él extranjeras: la lengua del sonido articulado y la de la sacrosanta gramática aristotélica de nuestra correctísima escritura académica, que si lo piensan bien no permite expresarnos ni a los que malamente disponemos de cinco sentidos conscientes.

Por eso me conmuevo ante su odisea por encontrar la verdad entre tanto signo disperso: ha tenido novias de todas las religiones y ahora es un musulmán converso, o por lo menos hasta ayer que me preguntó: católicos (y me hace una cruz con sus dedos), hindúes (marcando el entrecejo con su dedo índice), musulmanes (dirigiendo sus palmas hacia el piso), budistas (cerrando los ojos y sentándose en posición de loto); ¿Todos iguales?

Claudio en estos momentos sólo tiene una certeza en su mente: No sé cuál fue la secuencia de imágenes que vio por televisión, pero en ellas leyó algo que lo ha hecho el hombre más feliz del mundo: me asegura, con una ternura calcinante, que Obama, recién electo presidente Estados Unidos, además de negro es musulmán porque su papá es musulmán, y que el mundo entero está muy feliz, sobre todo los musulmanes, que de tanta alegría han dejado las armas, iraníes y palestinos incluídos en la fiesta, porque el malo de Bush ya se fue. Que Obama y Mahmud ahora son amigos, que la gente baila y como ahora todos somos hermanos, no importa nuestra religión, por fin ha llegado la paz mundial.

Estoy procurando no llorar al teclear esta pequeña crónica de la inocencia perdida a la que retorno gracias a Claudio. No lloro por él, sino por todos los que vivimos esclavos de estos cinco sentidos que todos los días nos envuelven en las trampas de lo externo y lo aparente. ¿Es Claudio un mal lector o simplemente logra escapar de las maquinadas mentiras mediáticas para atreverse a crear su propio noticiero, aunque el choque con la realidad sea igual de abrupto y cruel que el que recibimos los demás con las versiones del mundo de AP, Reuters o EFE?

No digo CNN porque a esa quién le cree.

Claudio por lo menos tiene una gran ventaja: es consciente de que le hace falta un sentido, uno que otros manifiestan tener. Si le falta uno puede faltarle dos, o tres, ¡muchos más! No para de buscar sentidos: los busca en sus musas, en esas confusas ideas de Dios, en sus preguntas, en ese mundo feliz que se atreve ahora a confeccionar.

¿Acaso nos sentimos libres de hacer lo mismo? ¿Somos conscientes de esos otros sentidos? Y a todo esto, ¿por qué no es posible la paz mundial?

¿No seremos nosotros los verdaderos sordos?

Me rendí entonces a su verdad. Le contesté a Claudio un "Sí, tienes razón" afirmando con la cabeza.
Desde aquel día mi corazón ha aumentado su promedio de 54 a 65 latidos por minuto.
Gracias Claudio.

martes, 11 de noviembre de 2008

Sueño lobato

A continuación transcribo el primero de una serie de sueños que estoy recogiendo para estudiar la narración del mundo onírico. Como en toda transcripción traté de guardar la sintaxis y el ritmo de la narración de la manera más fidedigna posible a su dimensión oral. Se aceptan voluntarios.

En un principio yo me veía en una ciudad. La ciudad estaba totalmente urbanizada: todo era cemento, las casas muy bonitas… y era de noche. Yo me sentía cómodo en ese lugar… y en ese momento, aparece un lobo. Pero el lobo yo lo ví a cierta distancia de mí.

De repente en el sueño, yo estoy en la selva, o en un bosque, o en la jungla. Y desde donde yo estoy, puedo ver la ciudad al otro lado. Yo estoy como en una colina y puedo ver la ciudad en el fondo.
Entonces yo empiezo a correr hacia la ciudad, y a medida que voy corriendo hacia la ciudad me voy quedando sin ropa, hasta quedar completamente desnudo, yo voy corriendo completamente desnudo. En ese momento, veo a mi lado, y veo a un lobo corriendo conmigo a la misma velocidad. Pero yo no sentía miedo, al contrario, me sentía feliz de que él estuviera corriendo conmigo; y los dos seguimos corriendo, y me desperté. Nunca llegué a la ciudad. Me desperté en el momento (en el) que los dos vamos corriendo: el lobo y yo, pero ya yo iba totalmente desnudo.

Nota: Los ( ) cierran elementos agregados por la transcriptora.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Aire

Aire I

- ¡Escucha a Jesucristo que él es el único, el verdadero, el…! -
Megáfono al hombro, el hombre no paraba de desgalillarse en la Plaza de Santa Anta. Los eternos durmientes de las bancas centenarias ni se inmutaban ante la advertencia. Yo tampoco. Estaba sentada en un borde de la plaza, callada, a la sombra de uno de sus frondosos árboles, esperando a que un viejito, cabizbajo y sereno, culminara de lustrar mis zapatos cansados ya del suelo y del agua, tan gastados como su lustrador.
- ¡Jesucristo es el único que tiene poder! ¡Sí! ¡Él es tan poderoso que si a él le da la gana nos quita el aire! ¡Y nos morimos todos! –
- ¡Jo! ¡Qué malo es ese Jesucristo! – Lo pensé ya un poco enojada, mareada por esos gritos en mis oídos acalorados por un mediodía húmedo y pegajoso.
De pronto, esa cabeza parlante lanzó una máxima inesperada:
- ¡Y sin aire usted se muere, porque en el aire está la vida! –
El monólogo continuó. No sé cómo. No importaba mucho. Sentí alegría pero a la vez tristeza, al descubrir cómo se puede estar tan cerca de la verdad, lanzarla al viento y no darse cuenta. Pobre pastor.
- En el aire está la vida… la vida está en el aire… -
- ¡Adoremos el aire, pues! -

Aire II

Increíble. A esta hora de agobio y de hambre, de esperanzas en negro y de mentes en blanco, el pastor improvisado de Santa Ana parece no detener su trance. Parafrasea la Biblia de tal forma que lo convence a uno de estar escuchando frases pertenecientes a otro espacio en otro tiempo, con otras leyes físicas y en compañía de otros locos.
Sólo me conecta al aquí y al ahora la presión firme de las plantas de mis pies sobre los ladrillos del suelo… y el aire. Sí, el aire: elemento vital y digno de adoración. Desde que fui tocada por las palabras del pastor, el aire ya no me sabe tan denso, aunque en su búsqueda saboree también vapor de agua y sucio urbano.
No puedo evitar ahora levantar la cabeza y me perderme un rato en los rayos del mediodía que caen sobre mis cerradas pupilas. Así, muy iluminada y penetrada en destellos, respiro por unos segundos el fresco aliento de las hojas de los árboles de la plaza: titilantes, alegres, los lamentos de la Plaza de Santa Ana encuentran en ellas consuelo eterno a la melancolía y al olvido.
Y pienso calmadamente, oyendo cada una de mis inspiraciones pasar por mi pecho:
- Adoremos el aire. Adoremos el aire –
- Uhm… -
- ¿Y si mejor lo escuchamos? –

Y un fuerte viento bailoteó entre las hojas.