viernes, 16 de septiembre de 2011

Alimento

Mi cuerpo pide algo más que el poder del maíz y la dulzura de la miel de abeja. Ya no le es suficiente los colores de las frutas ni las burbujeantes sugestiones de la cerveza. Ya no se estremece con la acidez del limón ni de la toronja. La papa, otrora salvadora de europeos, pareciera no avivar mi fuego con sus calorías. Los frijoles mágicos se niegan a germinar en mí el árbol de la vida. Sin él imposible es robar el oro de El Gigante.
Heme aquí pues, cada vez más etérea, buscando ese alimento que alivie el dolor de las preguntas sin respuesta. 
Hay un menu para alimentar cada voz. El mío parece esconderse en algún recetario que al parecer desconconozco. 
¿Alguna sugerencia? 
Y si es deliciosa, mejor.