miércoles, 25 de mayo de 2011

Malgusto

Pensé que los tabloides mentían con elegancia
hasta que me estropearon la fantasía con los morados faciales de Bin Laden.

En todo caso, un photoshop de pacotilla es menos runcho que "fue tirado al mar".

Quédate con la masa CNN. Yo me quedo con El Cuco.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Dedicado al lugar que me vio nacer

El Elefante Blanco, como todos los animalitos buenos, duerme, sueña
y al soñar calma llantos de niños sin-por-qué lanzados al mundo.

Este Elefante Blanco, al igual que los animalitos buenos, necesita dormir, soñar
y correr en lo más hondo del deseo mueto
jugar con su trompa en el lodo de la miseria
y sacar del fango a hombres y mujeres seducidos por las suaves delicias de la muerte.

¡Qué grande es abrir las piernas y parir a los héroes de la Patria!
El Elefante lo sabe, tiene memoria
y por eso lo quieren lejos.

Al Elefante Blanco lo acusan de ladrón
de espacio, de inversiones, de progreso
y de otros espejitos más.
¡Tontos! ¿No reconocen a un ladrón fino?
acúsenlo por robarle niños a los mundos invisibles
y vestirlos de piel olorosa y fresca
fresca de la vida que brota sin permiso
fresca de la vida que el dólar niega.

Si el Elefante Blanco despierta un día
y se pierde en La Ciudad del Nomeacuerdo
correrá aterrado junto al Unicornio Azul
tras el mar que le fue arrebatado a sus hijos.

lunes, 9 de mayo de 2011

Escrito para la memoria colectiva de Otramérica en homenaje a Raul Leis (Q.E.P.D.)

foto cortesía de La Crítica

“¿Ustedes van para la misa de Bin Laden?”. No sabía ni qué contestarle al taxista. Preferí que se concentrara en la forma de llegar a la iglesia Catedral antes de que cayera la lluvia y la Avenida A se encontraba completamente bloqueada esa tarde del 4 de mayo. Sólo me di cuenta de la realidad cuando dobló de la Plaza Herrera a La Lotería por sugerencia de mamá: era bajarnos allí donde antes se encontraba el Bazar Latino o llegar más que tarde a la despedida de un gran hombre.

La misa de Bin Laden… Pensé que era broma pero no. El rostro del taxista sí expresaba una interrogante sobre el personaje que debía estar protagonizando la misa a la que no podíamos llegar sobre ruedas. No sé cómo pasó pero lo que pensé me iba a provocar un gran disgusto de pronto se volvió risas en mi cabeza. Fue la lluvia, sí, seguramente fue ella cuando corría por un par de cuadras hacia la iglesia la que tiró una carcajada y me susurró al oído: “Qué le hubiera dicho Raúl Leis a este ‘man’”. Maestra vida camará…

Ahora que lo pienso, habría creado una historia delirante de taxis marcianos y de lluvias arcoiris, de esas que no se creen pero que pasan, y pasan porque hay seres humanos que logran ver a esos taxistas y a esas gotas de lluvia mágicas. Y Raúl era una de ellas. No había que realizar grandes esfuerzos para reconocer eso especial que encerraba su presencia donde quiera que Leis estuviera.

Seguramente la lluvia del cuatro de mayo venía de la universidad al igual que Raúl, porque me empapó de recuerdos que chorrearon mi cuerpo de buenos cafés en el Copy’s, de incontables tertulias en la mesa de Alexander y del poeta Jiménez, de los muchos encuentros y debates abiertos sobre los problemas nacionales, de los homenajes a héroes pasados, de los panfletos a repartir contra el CMA, el TLC o el FMI, de la inolvidable muestra de Caminos del Maíz, de los homenajes a las etnias en el INAC y tantas otras bellezas en las que Leis siempre estaba presente. Era alguien que siempre se sabía que andaba “por allí” y creo que es por eso que me cuesta asumir que se ha ido.

Ya en la iglesia la tristeza se tornó de un color distinto. Los matices del dolor se fueron diversificando a medida que me topaba con amigos y acompañantes de toda mi vida, todas y todos juntos allí, en torno al cuerpo ya sin vida de Leis. No hay otra explicación: es el amor, como lo enfatizó su viuda, lo que alejó a este sepelio de un cuadro de lamentos. Despedimos a un defensor de los derechos humanos justamente cuando había que salir directamente hacia la defensa frontal de causas urgentes. En mi caso y en el de los compañeros de El Colectivo, nos esperaba llevar a cabo una conferencia contra la construcción de una abominable torre de Babel construida con plata del pueblo. Y así como nosotros otros amigos salían a preparar sus talleres artísticos, a redactar comunicados contra la minería, a retomar sus trabajos comunales en comarcas y áreas campesinas y si sigo la lista este texto se hace interminable.

Despedir a Raúl Leis no fue asistir a un sepelio más. Fue la concretización de un sentido de unidad que muchas veces no alimentamos y que es tan necesario para seguir adelante. Si el hombre es lo que ama, como canta Cabral, yo diría que Leis se fue para hacerse un Todo con lo más amado por él: la gente, aunque algunos lo confundan con Bin Laden..