He oido decir que cada partida se lleva a una persona para siempre porque la que regresa no es la misma. Y yo he partido ya varias veces.
Ahora, luego de muchas lágrimas y muchas sonrisas derramadas en aeropuertos y terminales de buses, trenes, metros y barcos, lo pienso, me sonrio y me atrevo a decir: "Esto es muy cierto, y no tanto". Cierto en la diacronía de una humanidad que se asume efímera, y falso en la escencia misma del ser.
Se dice que cada experiencia sensorial transforma tu visión del mundo y cómo lo interpretas: un nuevo perfume, un tono amable de voz, la compañía inexplicable de un ser invisible, el roce de la compañía visible que no necesita explicación, un modelo curioso de automóvil, el sonido de las sirenas, la noción de espera para comprar un pedazo de pan, el murmullo de los ríos. Cada uno de los detalles de la vida que forman, como predicaba Bretón, el alimento destinado a enriquecer el mundo de los sueños, porque según él es en ese mundo donde realmente somos.
Cierto o no, lo único que puedo asegurar de mis viajes K es que me han mostrado una diversidad de mundos con acentos, banderas y sabores diferentes, y todo para saltar al cambio más hermoso y a la vez el más peligroso de todos los que he conocido: Ver varios colores para distinguir ese gran Arco-Iris donde me conecto nuevamente con el blanco tímido que reúne, en sí, toda la belleza del espectro crómático.
Ahora que la vida me ha mostrado bastante de su sabor natural y que la muerte se ha atrevido a coquetear conmigo, me atrevo a mirar con los ojos cerrados, hacia adentro, donde ahora debo viajar.
Es quizás una de las más grandes paradojas de la vida: vivir cada día para morir un poco y recordar AQUELLO por lo que soy, o para ser más justa(en justicia y en precisión), lo que somos. Quien se crea UNO negando el DOS, el TRES o el INFINITO queda siendo NADA.
¿Qué sería entonces un viaje K? Sólo tengo una palabra: Un viaje del recuerdo.
Tal como me lo hace ver un amigo con cierta frecuencia: que la palabra recordar viene del latín ri cordis, que significa "volver a pasar por el corazón". No hay viaje más rico ni necesario. Si vivimos y morimos por un primer y un último latido, entonces TODO está dicho. El vuelo nos espera. Única maleta necesaria: una relación abierta con la vida, vacía de prisas y llena de mucho amor.
Ahora, luego de muchas lágrimas y muchas sonrisas derramadas en aeropuertos y terminales de buses, trenes, metros y barcos, lo pienso, me sonrio y me atrevo a decir: "Esto es muy cierto, y no tanto". Cierto en la diacronía de una humanidad que se asume efímera, y falso en la escencia misma del ser.
Se dice que cada experiencia sensorial transforma tu visión del mundo y cómo lo interpretas: un nuevo perfume, un tono amable de voz, la compañía inexplicable de un ser invisible, el roce de la compañía visible que no necesita explicación, un modelo curioso de automóvil, el sonido de las sirenas, la noción de espera para comprar un pedazo de pan, el murmullo de los ríos. Cada uno de los detalles de la vida que forman, como predicaba Bretón, el alimento destinado a enriquecer el mundo de los sueños, porque según él es en ese mundo donde realmente somos.
Cierto o no, lo único que puedo asegurar de mis viajes K es que me han mostrado una diversidad de mundos con acentos, banderas y sabores diferentes, y todo para saltar al cambio más hermoso y a la vez el más peligroso de todos los que he conocido: Ver varios colores para distinguir ese gran Arco-Iris donde me conecto nuevamente con el blanco tímido que reúne, en sí, toda la belleza del espectro crómático.
Ahora que la vida me ha mostrado bastante de su sabor natural y que la muerte se ha atrevido a coquetear conmigo, me atrevo a mirar con los ojos cerrados, hacia adentro, donde ahora debo viajar.
Es quizás una de las más grandes paradojas de la vida: vivir cada día para morir un poco y recordar AQUELLO por lo que soy, o para ser más justa(en justicia y en precisión), lo que somos. Quien se crea UNO negando el DOS, el TRES o el INFINITO queda siendo NADA.
¿Qué sería entonces un viaje K? Sólo tengo una palabra: Un viaje del recuerdo.
Tal como me lo hace ver un amigo con cierta frecuencia: que la palabra recordar viene del latín ri cordis, que significa "volver a pasar por el corazón". No hay viaje más rico ni necesario. Si vivimos y morimos por un primer y un último latido, entonces TODO está dicho. El vuelo nos espera. Única maleta necesaria: una relación abierta con la vida, vacía de prisas y llena de mucho amor.
3 comentarios:
Gracias, Kafda. Me ha conmovido muchísimo. En el ocaso, el re cordis es infinitamente valioso, efectivo revalorizador de la vida. Y es maravilloso que, joven como eres (sos, jaja) sepas ya que el único equipaje que vale la pena llevar es el amor al otro, la 'otridad' de la que hemos hablado alguna vez. Como siempre, un placer leerte.
Kafda, el viaje hacia adentro es el más peligroso de todos, dejemos a un lado los tristes sauces, dejemos a un lado los gorriones marchitos, dejemos de lado todo menos la vida, y volvamos al centro, al núcleo odioso del propio ser. Me han dicho que hay unas recompenzas fabulosas. Pero el camino está repleto de alcranes y bandidos.
Un abrazo
SL
Perpetua transformación, un fluir que nos hace tener varias vidas en una sola existencia...
Se va uno y regresa otro, aparentemente en la misma envoltura, pero el cambio de piel, también es real.
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