La cámara, ingeniosa ladrona de momentos, me acompaña en mis fechorías cuando quiero entre forma e imagen desafiar lo inexorable de un momento.
La imagen habla. Su voz se abre sin miedo a un click que perpetúa las más variadas ansias, los más cautivadores gestos, y las más profundas fuerzas vitales que moran sin temor a lo interno de todo ser humano.
Me atreví ayer, 12 de octubre, a capturar algunas de estas voces. Ahora será un placer compartirla con todos ustedes.
Que la gran VOZ los bendiga