lunes, 11 de octubre de 2010

Deshojada

Por el viento de frías nubes de polvo cristalino
Por el tiempo que muere alegremente en las manecillas de mi reloj
Por los cantos de esos niños que aún no les quema el sol
Por las aguas que agonizan en esa Mancha Oscura de mis adentros
Por la voz que se pierde en la locura colectiva
Por el rojo de esa sangre que sabe a lamento
Por el signo de un beso
Por lo inevitable
Por los sueños
Por lo amado
Por ti
Y por mí, cuando te tengo adentro.

domingo, 6 de junio de 2010

Mi casita ideal


De madera fresca
fina, frágil.
Allá en lo alto
soñadora
voladora
distante.

En la tierra dos amantes que escoltan
para que nadie me haga daño.

viernes, 21 de mayo de 2010

Viajes K

He oido decir que cada partida se lleva a una persona para siempre porque la que regresa no es la misma. Y yo he partido ya varias veces.
Ahora, luego de muchas lágrimas y muchas sonrisas derramadas en aeropuertos y terminales de buses, trenes, metros y barcos, lo pienso, me sonrio y me atrevo a decir: "Esto es muy cierto, y no tanto". Cierto en la diacronía de una humanidad que se asume efímera, y falso en la escencia misma del ser.
Se dice que cada experiencia sensorial transforma tu visión del mundo y cómo lo interpretas: un nuevo perfume, un tono amable de voz, la compañía inexplicable de un ser invisible, el roce de la compañía visible que no necesita explicación, un modelo curioso de automóvil, el sonido de las sirenas, la noción de espera para comprar un pedazo de pan, el murmullo de los ríos. Cada uno de los detalles de la vida que forman, como predicaba Bretón, el alimento destinado a enriquecer el mundo de los sueños, porque según él es en ese mundo donde realmente somos.
Cierto o no, lo único que puedo asegurar de mis viajes K es que me han mostrado una diversidad de mundos con acentos, banderas y sabores diferentes, y todo para saltar al cambio más hermoso y a la vez el más peligroso de todos los que he conocido: Ver varios colores para distinguir ese gran Arco-Iris donde me conecto nuevamente con el blanco tímido que reúne, en sí, toda la belleza del espectro crómático.
Ahora que la vida me ha mostrado bastante de su sabor natural y que la muerte se ha atrevido a coquetear conmigo, me atrevo a mirar con los ojos cerrados, hacia adentro, donde ahora debo viajar.
Es quizás una de las más grandes paradojas de la vida: vivir cada día para morir un poco y recordar AQUELLO por lo que soy, o para ser más justa(en justicia y en precisión), lo que somos. Quien se crea UNO negando el DOS, el TRES o el INFINITO queda siendo NADA.
¿Qué sería entonces un viaje K? Sólo tengo una palabra: Un viaje del recuerdo.
Tal como me lo hace ver un amigo con cierta frecuencia: que la palabra recordar viene del latín ri cordis, que significa "volver a pasar por el corazón". No hay viaje más rico ni necesario. Si vivimos y morimos por un primer y un último latido, entonces TODO está dicho. El vuelo nos espera. Única maleta necesaria: una relación abierta con la vida, vacía de prisas y llena de mucho amor.

sábado, 8 de mayo de 2010

Sigo aquí

... y desperté, ilesa y tranquila. Lo más inexplicable de un momento inexplicable es cómo te siembra certitudes: si todavía sigo aquí es por alguna razón, o sinrazón.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Alegría


Pienso en ti
y es como entrar en un cuadro de Chagal
y entre murmullos las hojas desnudan tu sonido en mi pelo.
ah...
La paleta de El Pintor cada vez más intensa
baile de colores donde me diluyo
en los más inesperados matices.

Eres como la alegría
y me entrelazo a tus piernas
para no perder la dirección
hacia El Lago
donde ninfas y hadas nos esperan.

(Cuadro: El sol rojo de Marc Chagal)

martes, 13 de abril de 2010

De esas cosas maravillosamente inentendibles


Hay recuerdos de la infancia que no se dejan abandonar en la ambigüedad y el desprecio de las 'cosas de la gente grande'. Algunos recuerdos son muy fluidos y alegres. Otros no tantos.

Los hay de un tipo algo especial. Esos que te alimentan de dudas y de misterios por el resto de tu vida. Una canción más nunca escuchada, un amiguito que te invita al bosque, un olor que se deja tocar por tus manos invisibles, una caricia en tu pelo, una casa a la que nunca se vuelve.

Todos pensamientos obligados a dormir en la rama de lo subjetivo para no preguntarnos si alguna vez vivimos esas maravillas en este o en otro mundo. La dureza de la vida nos obliga a contestar un firme y consistente 'no'. Lo que la vida no nos dice es cómo esas realidades nos sacuden el mundo 'de a de veras'. Y no todas las sacudidas tienen que ser amables. Algunas han demostrado ser muy violentas.

Yo tengo varios de esos recuerdos, pero éste ha pisado tierra, con una fuerza tal, que me empuja sin parar a los adentros con sólo cerrar los ojos, y a veces, sin garantía alguna de regreso.

Y todo ha ocurrido porque sí, porque el encuentro con un pasado que nunca pasó no puede ser otra cosa que un eterno presente.

O si no, ¿cómo me explico y le explico a ustedes, que en la 17 bis de la calle Pavée de Paris se encuentra una librería que 'ya había visitado', hace ya mucho tiempo, cuando mis pensamientos no se encerraban tan fácilmente en lengua de mi madre? ¿Cómo explico ese escalofrío tembloroso de mi piel al encontrarme frente a frente con este lugar en una de esas noches frías y húmedas de invierno en las que vagaba sin rumbo fijo, en una ciudad extranjera, y hasta hace sólo un par de años desconocida para esta niña del nuevo mundo?

¿Cómo explico ese olor de vejez y de adentros. Cómo explico la melancolía de la madera que sostiene sus 3 pisos, el pavimento de ladrillos ancestrales que conserva su interior, el sabor a cueva decadente. El nombre mismo de la librería: Mona Lisait, con esa Gioconda enverdecida y brujeril. Y todavía aún más inexplicable: cómo explico la corriente alterna que entraba por mis pies con sólo pisar suavemente los adoquines del piso, como si la tierra me hablara, como si me conectara a ese lugar y a otro, otro al que quizás me falte ir? ¿Cómo le hago? La lengua no me es suficiente.

Hubo sin embargo algo que no encontré, y fue un libro, uno que se supone debía estar allí y que encierra en alguna de sus páginas la imegen un grito de terror. El grito de una figura humana sin ojos y sin lengua. Una figura hecha de angustia y que recuerdo a medias, porque al parecer el miedo que me produce es tal, que mi mente no me deja detallarla, como si la censura sensorial fuera irremediablemente necesaria.

¿Por qué no encontré ese fantasma de horror en la Mona Lisait del número 17 bis de la calle Pavée de París, encuentro per se extraordinario, si su presencia en mi mente está ligada a ese lugar? ¿Será que ya no está allí? ¿Será que simplemente ya no lo veo? Ahora que lo pienso no recuerdo ni el grito. Sólo recuerdo que alguna vez gritó.

Recuerdos que aterrizan alguna vez, o con los que tienes una cita inesperada al reencuentro de una misión cumplida. De esas cosas maravillosamente inentendibles.

miércoles, 7 de abril de 2010

Inquietud demente para antes de dormir.

De abrazar la teoría masa=energía de Einstein, podríamos pensar en la posibilidad de convertir un cuerpo humano promedio en energía pura, y con ello ser capaces de fabricar treinta bombas de hidrógeno señalan algunos expertos.

¿Y si esta fuerza la pensáramos bajo la eternísima batalla de Eros y Thanatos e invirtiéramos la relación... ¿Qué pasaría?

Si la energía de un solo cuerpo humano puede destruir varias veces la humanidad en su totalidad, ¿no sería este mismo cuerpo capaz de transformar la energía de todos los que aquí estamos? ¿De acelerarnos hacia otros portones de la existencia?

Un sólo cuerpo. Sólo uno.

¿Qué estamos esperando?

miércoles, 17 de febrero de 2010

No me pregunten pendejadas

¿Paraíso fiscal?

¡Yo qué sé!
Yo conozco de otros paraísos

Yo conozco del gesto amable de una vendedora de chichas en la esquina de mi facultad.
Del olor fresco e inocente de mi ser amado.
Del ronroneo de los cocuyos para Semana Santa.
Del rostro infantil de un librero, golpeado por recuerdos de combates sandinistas.

Yo sé de todas las sonrisas lanzadas al viento por los vendedores de verduras.
Del color del maíz y de la piña.
De la intriga duendecina de los niños naso ante el ojo de una cámara.
Del fantasma de Camilo Rodriguez que no le teme a las balas de El Chorrillo.
De esa "casa pobre casa grande"
De los ojos profundos de Eliseo cuando teme haber perdido la batalla por su pueblo.
De la voz triste de mi papá cuando canta "Guitarra, no suenes así".

Yo no sé nada de paraísos fiscales.
Yo sólo sé de las yerbas mágicas
de los pájaros
de los amigos
de las manos
y de los abrazos
que curan mis dolores.

Y esto, todo esto
es panameño.
¡PANAMEÑO!

Ya Europa, ya no me preguntes si Panamá es un paraíso fiscal
Ya te lo gritó un francés hace mucho tiempo y no aprendiste:
"Lo escencial es invisible a los ojos"

sábado, 6 de febrero de 2010

Mi dulce contradicción

París, como todo lo que se ama
nunca se repite

Las campanas de Notre Dame
La paloma encrispada de frío
la tímida sonrisa del vendedor de flores en la estación de Opéra
las tristes siluetas que depositan sus penas tomadas de la mano bajo el murmullo del Sena
el ring-ring de una inocente bicicleta
la mirada distante del viejo pescador que no pesca nada bajo el Pont Neuf
La esperanza caída bajo los párpados de un viejo vendedor de libros viejos

Y el viento
el dulce viento
me acaricia otra vez al traerme voces lejanas
y otra vez me grita
una y otra vez
que cada día
como todo lo amado
es una primera vez

París, como todo lo que amo
nunca se repite
una y otra vez


Dedicada a mi criatura mágica, una y otra vez

jueves, 4 de febrero de 2010

Escritura automática II

HOY LE DI PECHO A MI INOCENCIA PARA NO OLVIDAR QUE EL BOSQUE ME ESPERA. PARA SENTIR QUE TU ALEGRÍA ES LA MÍA Y FINALMENTE DE TODAS LAS CRIATURAS.

HOY LANCÉ MI LLAMADO AL VIENTO
Y VINISTE TÚ
O AL MENOS EL QUE SIEMPRE ME ACOMPAÑA.

CERRASTE MIS OJOS
Y EMPECÉ A VER.

Hoy salió el sol en París

En la ciudad de lo no-dicho
el sol cae suavemente sobre la tristeza
de la palabra a-penas susurrada.

Vale la pena caminar cuando el sol visita París
un poeta menos se suicida
y una lágrima más se evapora en sonrisa.

Hoy salió el sol en París
miro hacia las edificios lánguidos y me acuerdo
que vale la pena vivir
por cada historia de amor
que hay detrás de esas ventanas.

Hoy salió el sol en París.
Sé que alguien me ama.