viernes, 5 de septiembre de 2008

Encuentro con el Wasón

El día siguiente a la muerte de César Romero fue terrorífico. Lo recuerdo como si hubiera sido un sueño:

Bajo somnolienta de ese monótono bus suburbano, tratando de pescar algo de realidad a esas tempranas horas de la mañana, cuando de pronto me ataca La Nada. Esta vez se pintorretea de pregonero noticioso, y con su manta de periódicos me grita al oído:

- "¡El Siglo, El Siglo: SE MURIÓ EL WASÓN! -

El baile de hojas maché me roza la cara y corta mi visión, y más en ese momento en el que no conseguía aún reaccionar a los tétricos grises marrones manchados de negros polutos de la Terminal de Calidonia. Los rojos sanguinarios de la doble u del titular se derraman, resultado del contacto con alguna gota de rocío mañanero, sobre la tanga de la chica de El Siglo en su primera plana, ocultando sin tapujos los números de la lotería. ¿Estará escrito este sortilegio de mal gusto en el librito de San Cipriano que descansa eternamente en SalSiPuedes? Ni idea. Lo cierto es que no logro entender nada.

- ¿Se murió el Wasón? ¿Ah? ¿Qué? -

Tambaleo un poco hacia atrás, y entonces...

- JUA JUA JUA JUA... JE JE JE JE... JUAAA JUAAA JUAAA JUAA... -

¡Auxilio! Salta a escena otro loco, de unos cinuenta y tantos, con ojos fuera de órbita y una sobrenatural apertura maxilar. La camisa entreabierta lograba camuflajerase con el resto de los grises decadentes del resto del paisaje. De su figura humana sólo recuerdo clavículas y dientes. De otro modo hubiera pensado que las paredes y el piso habían cobrado vida, y que sólo faltaba ese culposo Corazón delator de Edgar Allan Poe para creer que nuevamente le echaba una visita onírica al inframundo.

Pero no. Lo gritos y las mofas provienen de una figura humana. Una que, como suele pasar en Calidonia, sale de la nada.

- ¡Se murió el Wasón! ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! ¡Se murió, se murió... POR PAYASÓN! -
- ¡JIJIJIJIJI JAJAJAJAJAJAAAAAAA...! -

Y para mi sorpresa, así como para mi alivio, el poseído oyente de noticias desaparece por un conocido umbral que da hacia las barracas de San Miguel, umbral al que ninguno de mis amigos se ha atrevido a asomarse alguna vez porque no creen eso de que sea la inofensiva entrada a una fonda de comida criolla.

Hoy, ya descansada de aquel desborde fotográfico, y luego de haber visto y protagonizado otros filmes de terror, logro comprender lo entonces sucedido a aquel poseído por la noticia de El Siglo:

- Pobre loco. No sabía que por cada Wasón muerto nace otro... ¡Y lo supera! -
- ¡Hmmm...! -

Entonces mejor me cuido. Ahora que se acercan las elecciones seguro y me topo con El Acertijo.

Y ese sí que me da miedo.

1 comentario:

Sarco Lange dijo...

Y entonces esas risas podrán clavarse como átomos delirantes en la espina dorsal de tu universo.
Saludos.