martes, 12 de agosto de 2008

El pretérito duele


Fue seco, súbito y tiernamente cruel, el golpe que recibí detrás de la iglesia de Santa Ana la otra vez. El maleante, confiado como pocos, me apuñaleó de un modo indicativo (el más desacarado de todos), y logró su fechoría al robarme esa lágrima que guardaba tan celosamente en mi pecho, aquella que me alcoholizaba con la inocencia de un presente alucinador. Hoy, miro el letrero de La Infantil, desvaneciéndose, y ya no tengo defensas. Sufro la herida abierta de leer "calzamos generaciones" en pretérito indefinido.

Lucho entonces con la esperanza de volver por un instante a ese momento de inmensa felicidad, en la que un viejito, cabecita blanca, gatito al cuello y caminar de seda, me colocaba mis primeros zapatitos blancos, cuando mi cuerpo apenas experimentaba el desafío de la marcha por este mundo. "Éstos te harán caminar bien", me lo dijo en tiempo de bolero, bajo el compás de un momento privilegiado, y con su música sentí una comodidad que iba mucho más allá de mis pies.

Hoy no sé por qué recuerdo tan vívidamente el roce de esos dedos de leñador, firmes y dóciles al mismo tiempo, pasando ese primer zapato por mi pequeño talón, indicativo de que no me dejé arrebatar mi recuerdo. Lo retuve, lo retengo y lo defiendo. Al final el ladrón pudo borronarme algunas imágenes, como la mirada de mamá, el inmeso anaquel de madera lleno de cajas que no logro ver si llegaba hasta el techo (¡Ah, pero qué techo!), el color de los encajes de mis medias, las mujeres gritando quién sabe qué desde los patios vecinos o el color de los viejos mosaicos de tonos cantina de La Infantil. Pero el roce... aquí está. Jamás diré "Aquí estuvo" y se queda conmigo.

Saliendo victoriosa del ataque de este ladrón llamado Olvido, logro para mi sorpresa fotografiar una forma fantasmal desde una de las puertas de esas tristes ruinas en venta que un día fueron La Infantil: una zapatería que guardaba en su viejito bonachón el secreto de calzar algo más que "generaciones".

¿Pero de quién será esta imagen? ¿Será la de este viejo mago zapatero? ¿O la de algún niño? ¿O niña? ¿No seré yo misma, o al menos una parte de mí, encerrada en estos muros?

Futuro Imperfecto, ¡Qué callado eres!

1 comentario:

Sarco Lange dijo...

Hermoso relato. Si La Infantil sigue grabada a fuego en tu memoria entonces ella jamás desaparecerá.
Y sus hombres tampoco.