miércoles, 9 de enero de 2008

Orgullosamente 'independientes'

Es mi escrito favorito de la época en la que participé en el semillero de La Prensa. Espero que les guste.


Orgullosamente ‘Independientes’

Alí es un guerrero anónimo de la vida. Milita en El Hogar, un batallón con olor a familia. En lo cotidiano, embellece a las mujeres en su salón de belleza ubicado en El Amanecer de Los Andes. En la práctica castrense, siendo escolta de las batuteras, ondea su cuerpo y se estremece al rítmico golpeteo de redoblantes, cajas y tenores. Alí y su banda, en su intrépida avanzada, muestran que no todas las guerras se resuelven con rifles o espadas. Sus gritos son los clarines, su enemigo, la indiferencia. ¿Botín de guerra? La ovación de un público numeroso, apasionado, fiel al ‘toque’ de su banda y a sus singulares movimientos. Se siente orgulloso de pertenecer a una banda independiente.

Al igual que el esbelto estilista de ojos claros, 14 mil almas en todo el país se aventuran cada noviembre a la caza del prestigio y la admiración, reflejada impetuosamente en las exclamaciones más comunes de sus admiradores:

¡Pueblo quiere escuchar música!

¡Plena, plena!-

¡Canta, canta, dale ‘cuero’ a esa ‘vaina’!-

¡Menéate! ¡Dale, dale dale!-

Otra banda, siempre dispuesta a ganar adeptos, es la Búho de Oro. Para ellos, el camino a la fama y la gloria está lleno de aplausos y conocidas ovaciones a lo largo de un desfile; pero como en toda lucha de independencia, los soldados no dejan de correr riesgos. En medio de una aclamada presentación del día cuatro de noviembre de 2005 en la calle 50, veinte minutos después del paso frente a la tarima honorífica, cuatro motocicletas con policías verde olivo zigzagueaban amenazantes entre las filas de esta banda, hasta toparse frente a frente con los redoblantes: cabezas de la banda musical. En nombre de la tardanza del desfile, los verdes con sus máquinas atrincheraron a “estos pela’os que no hacen caso”. Lo que no estaba calculado en la estrategia policial era la exigencia de los espectadores que a esa hora no se resignaban a ‘dar de baja’ el espectáculo. Con rabia, protesta y euforia, el público protestó. Los “desobedientes” recobraron fuerzas y redoblaron el candente ritmo. Ni cuatro potentes tiros al aire fueron suficientes para imponer la inexplicable voluntad policial. El sonido escapes de las motocicletas anunciaban la retirada de la autoridad institucional. Los independientes, pese a su descontento, prosiguieron.

“Siempre lo mismo. ¿Qué culpa tenemos nosotros de que el desfile se atrase?” Se pregunta uno de los redoblantes de la Búho de Oro. Para René Justiniani, el presidente de las bandas independientes de Panamá, ésta y otras preguntas son constantemente incontestadas cuando alguien se declara ‘independiente’. “El Ministerio de Educación, simplemente, guarda silencio”.

Lo que el incidente del 4 de noviembre sí comprobó es que los simpatizantes de las bandas independientes no callan. Uno de esos adictos a la independencia es Róderic, un micro-comerciante de 36 años. Se declara un ‘creyente’ de ésta, su singular religión. “Las bandas independientes son lo mejor, son el ‘toque’ que encanta en los desfiles”; nos dice mientras deslumbra su mirada ante los cuatro magos del bombo de la Búho de Oro, que a petición del público lanzan sus instrumentos al aire.

Maniobras como las de los bombos voladores son sólo uno de los sortilegios de las bandas independientes para seducir a su público. Y aunque cuentan con el poder sugestivo de su música, se niegan a estancarse en la dimensión sonora. El golpe rítmico y constante de los pasos hacen que las siluetas bailen con una cadencia semejante a los congos o al candombe afro-americano. Entre figuras y sonidos, los guerreros hacen que sus adeptos se tiñan de independencia al afirmar “Esos son de los nuestros”.

El fervor colectivo de la ‘independencia’ es para Miguel Àngel Candanedo, ex-decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá, la medida tangible de las necesidades inherentes de un grupo, cada vez mayor de ciudadanos, de participar activamente en su comunidad y de sentirse representados en ella. “Donde no hay trabajo ni diversión, ésta es una forma de expresar colectivamente esa insatisfacción social que viven todos los días. Es la manera que han encontrado para desahogarse”.

Pero, ¿de qué quieren desahogarse estas personas? ¿Cuál es el génesis de esta “insatisfacción social”? Para Pablo, un prófugo de la justicia de 26 años, la respuesta puede no resultar complicada: “Me gusta ser aplaudido, eso es lo mejor”; lo dice sin perderle la vista a las patrullas que se acercan rápidamente al final de la calle 50 para “despejar el área” tras el final del desfile. Cinco minutos antes de la huída bastan para abrazar con cariño a su ‘hijastra’: una chica de 17 años que toca tambor tenor.

Esos gestos de compañerismo y de ternura son los que inspiran a Álvaro Mosquera, un chico de secundaria, a unirse a la tribu independiente: “Me gusta compartir con los compañeros, sobre todo, rendirle homenaje a la patria, no es nada más dizque sentirte ser panameño. Si no estás verdaderamente celebrando los días patrios, para eso mejor no soy panameño”. Un par de manos estrechadas entre sí inspiran el alma de Álvaro: son las manos unidas de Alianza, el emblema de su banda. Otro caso de ‘solidaridad independiente’ es José René Rangel de la Búho de Oro: es desempleado, tiene 33 años, y debido a un accidente se desplaza en silla de ruedas. “Me gusta el trato que me dan mis amistades. No me abandonan”. Con clarín en mano, José se siente uno con su banda. Ya no está solo para alzar la voz en la guerra del olvido.

Tirso Castillo es sociólogo especialista en estudios criminológicos. Para él, las motivaciones que conducen a las personas a integrarse a una banda musical tienen varios factores en común con la organización de pandillas y otros grupos criminales: “Cuando se les pregunta [a los pandilleros] por qué pertenecen a estos grupos, ellos contestan que quieren formar parte porque lo consideran una familia”. Castillo enfatiza entonces en la necesidad que toda persona tiene de “realizar algo positivo para ellos y la sociedad”, tal como otros grupos poseen su espacio de reconocimiento, ya sea dentro de páginas sociales de los diarios o apariciones televisivas.

El esfuerzo colectivo de estas bandas cobra fuerza cada noviembre, con el esperado encuentro directo, sin intermediarios, con el Presidente de la República. Contrariamente a sus expectativas, ese tres y cuatro de noviembre de 2005 las bandas independientes no se toparon siquiera con los representantes ‘de mayor rango’ del Gobierno Nacional. La mayoría de las caras homenajeadas les eran desconocidas. Para Mosquera y su tribu, el momento cumbre perdió su encanto: “Ellos dicen que el panameño tiene que hacerle homenaje a la patria, pero cuando uno pasa por la tarima uno ve que los está saludando, mientras se la pasan hablando por celular, haciendo de todo, menos prestándole atención a uno”. Indignado, el guerrero de Alianza no deja de relacionar esta dejadez con los prejuicios que pesan sobre su uniforme y el de los suyos: “Mucha gente piensa que en las bandas independientes hay muchos muchachos delincuentes. Somos jóvenes, orgullosos de ser panameños y es lo que demostramos en estas fiestas patrias”.

Reconfortante será entonces para los 'independientes' observar que la indiferencia de unos cuantos no destruye las pasiones de muchos. Los guerreros anónimos continúan su marcha por las calles, firmes, orgullosos, complaciendo a quienes nunca los abandonan: su público. Ante esta revolución sin tiros por el derecho a la identidad y el reconocimiento, Castillo sólo advierte: “Una sociedad anclada en aspectos negativos es una sociedad que va a morir”. Y mientras que esta reflexión intenta calar en la conciencia de algún lector, un ‘pavo’ de la ruta de Don Bosco ya ha descubierto la fórmula mágica contra la insatisfacción novembrina: “No importa, la revancha es el 28 en Chorrera, sa’e”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Somos víctimas de atropello, desorden en la vía Pública y ruido excesivo por parte de la Banda Independiente Búho de Oro. Porqué no buscan un lugar para practicar sin atormentar a los residentes de Calle Estudiante. hasta cuando tenemos que soportarlos? Es esto patria????Nuestro propiedad se vio ultrajada por estos integrantes que amenazaron con balas. Pero el ruido es insoportable, no tenemos que ser víctimas todos los domingos de estas personas. Sus derechos terminan donde comienza el de los demás. Qué lastima que tengan esta mala imagen, parecen maleantes disfrazados de patriotas...

Kafda Vergara dijo...

Hola Anónimo, qué tal.
Si es un grupo de vecinos que está siendo afectado por las prácticas de esta banda, lo más sensato, pienso yo, es organizarse y levantar la queja formalmente a las autoridades pertinentes haciendo valer su derecho a vivir en paz, del mismo modo que la Búho de Oro u otra banda tiene el derecho de contar con un recinto apropiado para sus prácticas. Esto sería la "letra de la ley". Por desgracia el proceso no suele ser tan simple y allí la responsabilidad no recae solamente en los independientes y por supuesto que en ustedes tampoco.

En cuanto al espíritu de la ley, se sabe que en Panamá son muchas las cosas que están chuecas y todos nos sentimos un poco violados en nuestros derechos, y con justa razón. Pero sí te manifiesto que esta famosa fracesita de que "mi derecho termina donde comienza el de los demás" además de contradictoria me parece un cliché reduccionista.

El derecho de los demás es también mi derecho y me toca, pero eso sólo se comprende cuando logro encontrar se en el otro. Lo que expresas en tu última oración manifiesta una serie de calificativos hacia estos muchachos más que subjetivos y me revelan también tus propios complejos hacia los demás. Puede ser que estés harto de una situación a la que no le ves fin. Eso se entiende, pero te pregunto: si los bulliciosos de calle estudiante fueran un grupo de turistas europeos que se toman la calle para tomar, gritarte incoherencias en una lengua que no entiendes y hacer ruido con música tecno, ¿Te sentirías igual de afectado? Sólo pregúntatelo.

Ese es el problema de vivir en un país de imágen. La patria es una fotografía fija de símbolos y valores condicionados por la escuela, la iglesia o el gobierno de turno. Yo no sé qué es la patria. Sólo sé que alguna vez la he sentido. Si los independientes, o el presidente, o los extranjeros que se están apoderando de nuestras costas hacen patria, mira, es muy extenso. Dentro de poco voy a tener que exiliarme de mi propio país.

Por ende, si los pela'os estos parecen maleantes, es una visión que te la respeto pero que definitivamente no comparto. Yo sólo pienso en maleantes cada vez que veo rodar las lexus con papel ahumado. ¿Ves que las miradas no son las mismas?

Ojalá que tu problema se solucione, al igual que todas las desigualdades de las que somos víctimas muchos de nosotros.

Gracias por tu visita.