lunes, 16 de junio de 2008

Extravío semántico

La Peatonal es un delicioso extravío semántico.

!Piérdete en ella! !No te arrepentirás!

Y con un poco de suerte, quizás encuentres el London Bazar...

sábado, 14 de junio de 2008

El boxeador de la casa 869

Yo le puse Rastita de cariño. Vivía aquí no ha mucho tiempo, cuando el lote 869 era una verde casa-pobre-casa-grande y no este triste solar vacío de historias muertas. Me acuerdo que Rastita era algo alto, de tez negra, cabellos largos y enrolados, contextura muscular algo seca, nunca le vi camiseta, camisa, camisón o cualquier cubre-pecho conocido. ¿Y para qué? Si a él le gustaba andar así... La exuberancia de su musculatura era la despreocupación en movimiento.

Todavía me acuerdo de aquel tiempo, cuando el liso de su pecho juvenil azotaba el pudor de algunas damitas de otros lares, asustadas ante la experiencia antropológica de pisar la recién estrenada Peatonal. Qué pena que ellas no disfrutaran de aquel encanto humano. Su admiración se traspolaba en miedo y le salían huyendo al Woman no Cry como si vieran a un íncubo desplatado. Lo último, sobre todo, las aterrorizaba, porque lo primero en el fondo siempre las excitó.

Pero a Rastita eso ni le iba ni le venía. Él igual seguía existiendo. Su caminar largo y relajado por la avenida de ladrillos traqueantes hacía alarde de su misteriosa vida. Entre alegre y decadente, la danza de sus threads hacía el conjunto perfecto con lo LavaSoleado de su short marrón y sus chancletas de evidente kilometraje. Resultado: un efecto sobrio y elegante del más abrupto spleen tropical. Era algo mendigo, algo atleta, algo arrogante y algo bohemio. Era un Todo hecho carne... ¡Y pelo! Y para rematar este cuadro passarella, adivinen qué: Nada mejor que las siempre empedernidas bocinas de Empeños San Ramón reventándose al ritmo de Oooone draaaaaaaaw... One draaaw... de Rita Marley.
Así era. Al igual que Estéreo Azuuuuul (lalalalalalala...), la Peatonal se llenaba de sonido y colooooor (lalalalalalala...)

Muchos dudaban de su lucidez mental. El buay no 'trabajaba', recogía cosas viejas y desechadas, era negro, rasta, alegre y andaba semi desnudo. "Ese man es un piedrero" Sentenciaron más de cuatro amargados. Hoy que ya no está acepto su locura incondicionalmente. Después de todo, ¿En qué cabeza cabe vestirse con mínimas de treinta y cuatro grados celsios?

!Ah! Rastita, quién diría que un evento en apariencia rutinario me haría descubrir una vez el secreto de tu figura perfecta: esperando un Tumba Muerto desde La Parada de Lucianito miré inevitablemente esa casa de madera, la 869. Ese balcón, el primero a la derecha, decorado con una serie de objetos que al estar allí se transmutaban en signos de un indescifrable mundo interior: una rueda de bicicleta, tres vasijas de latón, el esqueleto del soporte de una vieja cama y muchos, pero muchos trapitos. Y allí estabas tú, colgando algunos de esos desgastados retazos de tela achocolatados. A simple vista tu lavandería encerraba una extraña contradicción, porque justo debajo del balcón se multiplicaba la basura en la planta baja del viejo caserón, sector visible desde la calle por los portones inexistentes de madera. Pero a ti eso ni te iba ni te venía. Con cada horquilla que abrías entre los dedos tus pupilas brillaban como si encontraras en ellas el origen del Universo. Y seguro que ese día encontraste algo, porque ya no he visto más esa sonrisa en otro rostro... ni con otras horquillas.

Una semana después supe el resultado de aquella contemplación: Aquellas tiras de trapo se habían convertido en una enorme pera que colgaba desde el techo. Ahora de nudillos cubiertos, te habías vendado la mano a manera de guante, claro, con esos mismos retazos de tela amorosamente lavados. El balcón de la casa 869 era ahora tu gimnasio de boxeo. Varias veces te vi entrenando, golpeando en sincronía la pera de trapo. Así pasabas horas, días... años, y cada vez que por allí pasaba mi mirada no podía dejar de contemplar la alegría de lo simple. ¿O quizás no era tan simple?

Ahora el gimnasio ha desaparecido. Hoy ya no hay casa en la 869, sólo una sólida cerca y un frío anuncio que prohíbe echar basura y ya está. ¿Que no hay desperdicios? Cierto. Tampoco boxeador, ni threads, ni alegría ni nada. El solar al frente de Lucianito jamás le contará a los transeúntes que una vez hubo allí un micromundo corpóreo y dinámico de pelos al aire, sonrisa fresca e imaginación profunda. Rastita, no sé qué te hiciste, sólo sé que esperar ahora un bus al frente de la 869 es un homenaje a la tristeza.

!Bless ya! Donde quiera que estés.